(Por Diego Estévez) - Claudio nació el 4 de diciembre de 1961 en Capital Federal. Estudió el bachillerato en el colegio Nicolás Avellaneda y, posteriormente, egresó de la Escuela del Círculo de Periodistas Deprotivos de Buenos Aires con el título de Técnico Superior en Periodismo especializado en Periodismo Deportivo.
- Comparado con el de generaciones anteriores, ¿es bueno el nivel de los estudiantes?.
- No, para nada. El nivel, en general, es bajo. La diferencia con los alumnos de un tiempo atrás es sideral. Y no es un prejuicio: están muy lejos en maduración, cultura general, iniciativa, conocimientos... Muchos chicos empiezan a estudiar simplemente porque les gusta el fútbol; muy pocos porque sienten real pasión por el periodismo. Y esto también tiene que ver con el concepto que se tiene de la carrera: hoy se la ve como tal, mientras que antes ser periodista deportivo era totalmente marginal. Hoy hay un verdadero boom y florecen las escuelas por todos lados pero, dentro de un tiempo, va a haber una decantación y van a quedar las mejores, las de mejor calidad de enseñanza.
- ¿Qué puede hacer un docente ante semejante panorama?.- Y, es muy difícil remontar eso. No se puede enseñar a leer y escribir, o a hilvanar una frase. Además, es un tema más profundo. La culpa de es de los pibes y del contexto, una mezcla de ambas cosas. Hay mucho cholulaje y está muy arraigada la cultura del “especulá y no te esfuerces”, los coletazos del menemismo y del desastre que vino después. Se ve muchísimo la exaltación del error.
- ¿Cómo es la dinámica del trabajo?
- Como te dije antes, se trata de imitar una redacción y aproximar lo más que se pueda el trabajo a la realidad. Se trabaja muchísimo con la actualidad, con el diario del día, y se manda mucho a los alumnos a la calle: allí hacen encuestas que luego procesan periodísticamente, redactando notas con el material obtenido. Hay un soporte teórico previo, la noticia, que ellos deben conocer, lo cual no es tan complicado porque cualquier información, hoy en día, está al alcance de manera casi inmediata. Esta metodología se está generalizando en todas las escuelas.
- ¿Tiene contacto con profesores de otras instituciones?.
- Sí, precisamente porque trabajo con docentes de distintos establecimientos y las tareas son similares.
- ¿Alguna vez recibió alguna insinuación de cómo debía dictar la materia?.
- Cuestionamientos ideológicos, la verdad, nunca tuve. Hay un programa a seguir y yo trato de hacerlo. A principios de año hay reuniones de docentes a las que trato de asistir, en las que se busca mejorar el nivel de la enseñanza. Todos esos temas, obviamente, se tocan. Igualmente la enseñanza no pasa por un medio u otro en particular: si una nota es buena va a servir para cualquiera, más allá del estilo que tenga. Hay que ser abierto y leer todo para saber, precisamente, hacer de todo. No se puede decir “no leas este medio”, sea desde “Un Caño” hasta “Cabildo”.
- ¿Cuál es el método más efectivo para que un alumno se inserte en el mercado laboral?.
- Indudablemente, golpear puertas. Y también tener conocidos. La única forma actual de ingresar al mercado laboral es por medio del sistema de pasantías, que es un poco perverso pero tiene sus rasgos favorables: aproxima al alumno al esquema profesional y es un estímulo para los que tienen buenas calificaciones. Lo malo ya lo conocemos: las empresas utilizaron el convenio con las escuelas para tener a su disposición mano de obra barata, por lo que el desfile de pasantes se terminó convirtiendo en una rueda incesante. Esto es parte de una precarización laboral generalizada que se ha impuesto de una manera avasallante. Lamentablemente no le garantizan la continuidad a nadie pero, por lo menos, llegan estudiantes y gente de las escuelas a las redacciones. Es casi la única vía de acceso al circuito laboral.
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